EL ANCLA DEL NAVÍO POMPÉE

Por Félix Rodríguez Lloret

 

En las aguas ocupadas por las instalaciones portuarias de Algeciras, Playa de Los Ladrillos, la Dársena de la Galera y las de Isla Verde fueron testigo del enfrentamiento entre las fuerzas combinadas hispano – francesas y una flota inglesa, a la cual se le asestó una franca derrota. Pasemos a relatar una de las páginas más bellas de nuestra reciente historia, la Batalla Naval de Algeciras de 1801.

Una división francesa al mando del contraalmirante Linois y que comprendía los buques de 80 cañones Formidable e Indomptable, el 74 cañones Desaix y la fragata de 40 cañones Muiron, zarpan de Tolon con rumbo al puerto de Cádiz, cuando llegan a la altura del Estrecho, conociendo que dicho puerto está bloqueado por una escuadra inglesa, Linois se dirige hacia el puerto de Algeciras, donde llegará el 4 de julio, ordenando fondear.

La costa de Algeciras está protegida por tres fuertes y dos baterías, además de contar con 7 lanchas cañoneras españolas, el lugar elegido se encuentra cercano a Gibraltar y los ingleses observan la llegada de los navíos franceses. La noche siguiente, se envía un correo para informar al contralmirante inglés Saumarez, que dirige el bloqueo de Cádiz. Su escuadra estaba constituida por el buque de 80 cañones Caesar, y los de 74 cañones Pompée, Venerable, Audacious, Spencer y Hannibal.

El 7 de julio, el primer buque inglés penetra en la bahía bajo la orden de Caza General que figuraba en las banderas de señales del buque Caesar.

Linois, consciente de su inferioridad numérica, escoge el combate al ancla, este tipo de combate era elegido cuando los barcos se encontraban a muy poca distancia de la costa, a fin de no varar o encallar, esta elección le fue propicia.

La Bahía de Algeciras, abierta y poco profunda, está salpicada por escollos, bancos de arena, y los vientos son variables. Actuando así para procurarse la cobertura de las baterías de costa.

Los franceses tenían al Formidable como cabeza de la pequeña línea, seguido del Desaix y detrás de este al Indomptable, anclados a la misma distancia más o menos, mientras que la fragata Muiron se encontraba dentro del espacio protegido por los navíos y las baterías. Las cañoneras españolas se repartían ancladas entre las dos baterías de costa.

Los ingleses habían despreciado las posibilidades de la artillería de costa española, pero de éstas le llueven las primeras andanadas provenientes del Fuerte de San García. Las piezas artilleras españolas no son numerosas, pero poseen un mayor alcance, batiendo sucesivamente a los buques que iban apareciendo por Punta Carnero.

 

Batalla Naval de Algeciras de 1.801

La fragata francesa Muiron abre fuego sobre el Pompée, éste logra finalmente acercarse al Formidable, comenzando a disparar sobre él, pero éste rápidamente deja hilar sus anclas y todavía se acerca más a la orilla. Después de una lenta aproximación, los buques se cañonean duramente a quemarropa. El Caesar, se enfrenta al Desaix, pero es molestado en su maniobra por el Hannibal. El último buque inglés, el Spencer, se arrastra entre los arrecifes sin poder disparar, más preocupado en evitar el implacable fuego que recibe desde las baterías  y las siete cañoneras que salen al encuentro del combate desde el puerto, de las que al final de la batalla sólo se mantendrían a flote dos de ellas. El Pompée, víctima de las corrientes y los variables vientos, rola sobre su ancla y presenta su proa a los cañones del Formidable que no deja escapar la ocasión, los cañonazos revientan la proa del buque y siegan cañones y sirvientes sobre toda la eslora de los puentes, otro tanto, las baterías de costa se ensañan con él.

Los buques ingleses largan anclas y se aproximan a los franceses, al acercarse el combate a la costa, Saumarez decide entonces lanzar un ataque contra las peligrosas baterías. Pero estas y los franceses los rechazan y le causan gruesos daños. El Pompée, desamparado y cortando la maroma de su ancla, se retira remolcado por sus embarcaciones menores, librándose de ser capturado. Al mediodía, se levanta un viento desde tierra y el contralmirante inglés decide la retirada, abandonando al Hanníbal a su suerte, varado en un bajío, con muchísimos muertos y heridos a bordo. Éste, desarbolado, arría su pabellón una hora más tarde.

Francia, en conmemoración de esta gran batalla, denomina a un navío de línea de su armada con el nombre de “L’Algésiras”, el cual participó en la posterior batalla de Trafalgar, finalmente, después de la Guerra de la Independencia es incautado por los españoles renombrándolo “Algeciras”.

En cambio, nuestro pueblo, parco en memoria histórica, solo recordó esta batalla nominando una de nuestras calles con el nombre de aquel buque capturado, la Calle Aníbal.

Redundando en esta dejadez, nuestras autoridades locales del momento menospreciaron el hecho de poseer un elemento náutico de gran relevancia histórica para nuestra ciudad : EL ANCLA DEL BUQUE INGLES POMPÉE.


                                                                

 

Dibujo del ancla a escala 1/30

 

 

Para mayor deshonra, aquellas autoridades prepararon una base de hormigón para recibir esta gran ancla, que los especiales con su característico humor apodaron como el “Pito”, hablamos de la base de la Rotonda El Ancla en la Avenida El Embarcadero en la barriada del  Acebuchal.

Aquel “pito” le quedó grande al ancla. ¡Lógico! esa base estaba destinada para soportar el gran ancla del buque Pompée. Pero la mayor desgracia fue el conocer que dicha ancla fue cortada a soplete por una chatarrería en instalaciones municipales.

El ancla del buque Pompée fue localizada por un grupo de buceadores deportivos locales en aguas cercanas a la antigua Isla Verde, en agosto de 1.988 fue recuperada del mar y en 1.991 fue desgüazada.

Así mismo perdimos tantas cosas de nuestro pueblo como la Perseverancia, El Río La Miel, La Isla Verde, la Torre de Los Canutos y playas que todavía recordamos.

Sólo agradecerles a aquellas autoridades su respeto por nuestro patrimonio, que no es el suyo.

Como vemos en las acotaciones del dibujo a escala, el ancla tenía una envergadura de 6,30 metros, un diámetro de caña de 300 mm., considerando la merma de corrosión el diámetro sería en su día de aprox. 400 mm. El arganeo con un diámetro de 1 metro. Todavía recuerdo cuando en vuelo subacuático lo atravesaba de lado a lado por su interior, era inenarrable.

 

 

Recuerdo remolcando el ancla

 

El ancla se descubrió justo detrás de Isla Verde, hacia el arranque del Dique Norte, su profundidad media era de 12 metros.

El cepo de madera ya había desaparecido pero se conservaban los zunchos metálicos del mismo.

El ancla estaba recostada en el fondo marino entre una zona ligeramente rocosa a la cual estaba solidificado.

Una vez descubierto, tomamos fotos del mismo, la visibilidad era mala (3 -4 m), procedimos a medir el ancla, dibujarla y nos propusimos rescatarla.

Realizamos un rastreo circular alrededor del ancla, sin resultados significativos, intentando localizar más restos.

Recogimos los zunchos metálicos del cepo de madera y lo sumergimos en agua dulce, al exponerlo con la luz y el oxígeno se carbonizaron al poco tiempo.

En una inmersión previa, procedimos a romper las solidificaciones con piquetas y cinceles, una ardua tarea.

Organizamos el plan de rescate para un fin de semana.

Calculamos el peso del ancla dentro y fuera del agua (5.183 Kg – 6.019 Kg)

Construimos una viga rigidizadora para repartir los esfuerzos, una vez acoplada la viga a la caña del ancla y fuertemente sujeta, descendimos con 30 bidones de 200 litros, acopiando cabos, grilletes, guardacabos, etc. para el trincaje del ancla.

Así mismo contamos con el apoyo de un remolcador de 12 metros, una embarcación cabinada de 8 m de eslora y una patera auxiliar de 5 metros a remo y en tierra con el auxilio de una grúa de 40 TN y un camión. Así mismo todo el equipo de buceo necesario.

 En cuanto al equipo humano, 5 buceadores en inmersión, otro grupo de relevo de 4 buceadores, dos buceadores de seguridad en superficie, patrones, gruista, conductor y alguno más.

Todo ello conseguido sin pretender nadie cobrar una peseta. ¡Gracias a todos!

 

La dirección investigadora y de inmersión fue llevada a término por Antonio Sequera Toval y Félix Rodríguez Lloret, ambos pioneros del buceo deportivo en nuestra comarca, la logística de material y operaciones en superficie de remolque e izado por Remigio García Rodríguez.

Se procedió un sábado a liberar el ancla y colocarle la viga de reparto.

El domingo comenzamos a descender los bidones, afirmarlos y a rellenarlos de aire comprimido con botellas descendidas para tal fin. En un momento dado el ancla comenzó majestuosamente a ascender horizontalmente. La visión tan espectacular la tengo grabada muy nítidamente, yo justo debajo del mismo disfrutando del espectáculo. Por poco tiempo, a los 4 metros de profundidad, algunos bidones se corrieron, desplazando la carga y el ancla cayó de nuevo al fondo con el correspondiente susto y peligro de los buceadores. Se vuelven a corregir ciertos bidones, al asegurar entre ellos con una cordada y vuelta a empezar llenándolos de aire. Esta vez si lo logramos. Lo estabilizamos y aseguramos en la superficie. Armamos el cabo de remolque y lo afirmamos al remolcador. Por radio se comunica con la grúa y el camión para ser izado en el Dique Sur.

Dos buceadores al agua para estrobar las eslingas de la grúa. El autor de este escrito, en un alarde de vanidad se monta encima del ancla y entonces se realiza el izado del ancla del navío Pompée. No cabía de gozo en mí. Fue inolvidable.

Una vez en tierra firme descubrimos parte del cabo de izado original, aproximadamente un metro de maroma de cáñamo forrado de tela de saco, justo el seno que pasaba por el arganeo.

De inmediato se carga en el camión que parte rumbo hacia el foso de cimentación o sótanos del edificio de la calle  Nicaragua, junto al hotel Reina Cristina, que estando en construcción se hallaba inundado de agua de lluvia en cantidad suficiente para poder sumergir el tesoro que transportábamos. Ahí lo dejamos reposar. Era necesario desalinizarlo lo máximo posible.

Rendidos y agotados pero con una alegría interior difícil de explicar nos vamos a Casa Miguel a dar cuenta de una abundante paella que nos sabe a gloria.

 

 

Detalle de las uñas del ancla

 

A partir de ahí, una sucesión de sinsabores que acaban en expolio con la connivencia de las propias autoridades.

 

Una vez descubierta el ancla, se posiciona, se traslada a la correspondiente carta náutica, rastreo de la zona circundante, medidas y dibujos subacuáticos, horas de investigación, datando el navío según el modelo de ancla (finales del siglo XVIII o principios del XIX), dimensiones y tipo de navío en función de las medidas del ancora (un gran buque de guerra) y según su forma (inglés), escudriñando los diferentes eventos marítimos de la zona nos lleva de la mano hacia la Batalla Naval de Algeciras de 1801 y estudiando relatos de esta batalla y analizando un gráfico de su desarrollo llegamos finalmente a aseverar que el ancla descubierta fue aquella que en su día largó el navío Pompée para poder darse en retirada auxiliado por sus chalupas auxiliares y buscar el abrigo de Gibraltar.

 

Damos cuenta de nuestro hallazgo a la alcaldía de nuestra ciudad, nos reunimos con el responsable de urbanismo del momento y convenimos con él que el ancla se colocaría en el montículo existente al final del Paseo Marítimo, cercano a la rotonda y que se pondría una placa haciendo alusión a la entrega por parte de los buceadores de Algeciras.

 

Después de varios meses, cercano al año, el ancla rescatada fue sacada de su primer emplazamiento junto al Hotel Cristina y llevada a la depuradora de residuales de la Juliana, cercana a la rotonda del Varadero. Nuestro grupo de buceo desconocía este nuevo paradero, finalmente logramos enterarnos de su situación por medios propios. Volvimos a interesarnos por nuestra entrega y se nos dijo que lo pactado se cumpliría.

 

 

Ancla en la depuradora de la Juliana

 

Finalmente nos enteramos de su desaparición y después de algunas pesquisas nos comentaron, fuentes no oficiales, que el “anclote” se había cortado con soplete y retirado por una chatarrería. Así de simple.

 

© 2.013 FELIX RODRIGUEZ LLORET